Este es el libro que más tiempo me llevó escribir. No solo porque es un resumen aliviado y actualizado de la tesis doctoral sino porque intenta dar una respuesta realista a una pregunta que gusta de las idealizaciones: ¿quién produce las noticias? El mito sostiene que son los periodistas, pero parece que ni en el Watergate habían tomado la iniciativa (lo dice John B. Thompson, en contra de lo que creímos a partir de la película “Todos los hombres del presidente”). O, al menos, no son solo los periodistas los que producen esos contenidos que damos el nombre de noticias y que en una gran proporción son gacetillas o filtraciones estratégicamente manejadas por las fuentes y las relaciones públicas. Por eso las dos prensas: la prensa canónica, de redacciones cada vez más desarmadas en medios cada vez menos parecidos a lo que fueron, frente a las oficinas de prensa de organizaciones, personajes, gobiernos, cada vez más poderosas y con muchos más recursos que los que soñarían manejar los propios medios.
El libro es producto de la investigación de doctorado que primero dirigió Eliseo Verón, que luego fue calificada con la nota máxima en FLACSO, y que se tomó siete años más para ver esta versión resumida y actualizada. El apreciado colega y amigo Omar Rincón, la enriqueció con un prólogo en el que puede leerse un resumen de los temas que recorre el libro:
VII. Como soy demasiado subjetivo y obvio, he aquí diez asuntos que no se puede perder de este texto:
- El poder. El poder es el asunto del periodismo. Y siempre piensa que nos domina. Pero no: el periodismo es el oficio de joder al poder.
- El mundo se convirtió en off the record. Todos conspiran, nadie asume: todos somos cobardes. Información off the record (fuera de registro, confidencial) que se proporciona para no ser incriminado: todo es conspiración, salvo “que el periodista pueda confirmar esa información en otra fuente que hable con carácter no restringido”, caso en el que podrá publicarla con verdad de fuente.
- Los manuales de periodismo, los códigos de autorregulación y los manifiestos de principios periodísticos mienten. Todo lo que se declama, esconde. Amado afirma: “Los periodistas suelen mostrar una orientación sacerdotal a la hora de producir información política en la medida en que terminan adaptándose a las necesidades y los intereses del sistema dominante”. Amén.
- El periodista ya no vive la realidad que informa, ya no es testigo directo de aquello que reporta: sólo obedece a los que envía el boletín, la gacetilla, el email, el tuit: de rebeldes y anarquistas pasamos a obedientes y súbditos.
- Pasamos los periodistas de seducir y encantar a las fuentes a que las fuentes nos encanten: periodismo encamado (embedded). Amamos al dominante: perdimos nuestra sexitud. Más que verdad, buscamos autoridad: amamos la verdad de los poderosos.
- “No es el discurso, ¡es la enunciación!”. Por eso “la teoría de la noticia no puede entenderse sin las técnicas de las relaciones públicas. Las relaciones públicas no pueden planificarse sin entender las necesidades de los periodistas y el interés social de la información”, afirma Amado.
- A pesar de todo, tenemos que ser interesantes. “Y quedan poquísimas noticias en los medios informativos que respondan a los clásicos valores noticiables de las teorías del periodismo. Más bien están llenos de noticias promocionales de asuntos de los anunciantes que tienen poco de interés público y mucho de interés propio. Por estos días, las noticias son bastante interesadas, pero tienen la obligación indeclinable de ser interesantes, y muchas veces las historias pintorescas le ganan la plana a las trascendentes. La producción de información ya no se define por el lugar desde donde el cual se hace, sino por su objeto”.
- La propuesta del libro, “hay dos prensas que hacen las noticias”: la discusión se traslada del mensaje (qué dijo) hacia el enunciador (quién lo dijo).
- Más que objetividad o verdad, “una performance de objetividad”, “un contrato de pertinencia”, una actitud de distancia. No más códigos de ética. Hagamos periodismo-periodismo. Y recuerde: sin buen periodismo seríamos más tristes. Y mucho, mucho menos, democráticos.
- Pasamos del periodismo de objetivo al de opinión y llegamos en el siglo XXI al “periodismo de comunicación”, que muestra “un cambio de foco de la sociedad, cada vez más desinteresada de las cuestiones políticas y enfocadas en el bienestar personal”.
VIII. Cínica realidad. Y el periodismo es creer: un acto de fe. Y en el siglo XXI esta fe está diseñada por las relaciones públicas. Y así el periodismo es no poder decir, contar, denunciar y enunciar.
Dónde conseguir La prensa de la prensa: periodismo y relaciones públicas en la información