Nuevas viejas luchas de prensa y poder

En Argentina creemos que se da por primera vez el debate sobre medios. Que por primera vez se repudia públicamente a un medio. Que por primera vez, el poder se obstina con un medio tanto como para convertirlo en su enemigo. Y no. Ya pasó con Alfonsín, con Menem, y vuelve a pasar con Fernández. En el libro Pecado original la periodista Graciela Mochkofsky hace un recorrido del tortuoso vínculo entre el poder y la prensa en las últimas décadas. Así como en la biografía de Timermann supo reconstruir las décadas del 60 y el 70 alrededor del mítico periodista, en este libro lo hace a partir de la conformación del multimedios Clarín en estas últimas décadas. La cronología del libro es impiadosa con algunos anacronismos que el sentido común a veces consiente.

Comparto con uds. la conversación que tuvimos en plazademayo.com.

“Disciplinando a Clarín” (9 de setiembre de 2011).

Adriana Amado: Hoy vamos a hablar de medios pero a partir del libro de Graciela Mochkofsky, “Pecado original”. El subtítulo dice: “Clarín, los Kirchner y la lucha por el poder”, pero el libro muestra que la lucha por el poder empieza un poquito antes: hacés una cronología de cómo fue el vínculo entre prensa y poder a lo largo de la democracia. Además tenés el antecedente de haber escrito, el libro sobre Jacobo Timerman. ¿Cómo ves este vínculo que parece el mismo cuento contado con distintos personajes?

Graciela Mochkofsky: A mí me parecía que para contar esa pelea de Clarín con los Kirchner, que es tan actual, que está en los medios y sobre la que se ha escrito y se ha dicho mucho, era necesario reponer varios contextos que estaban perdidos, que es lo que faltaba en el debate público. Uno es esto que vos mencionás, es decir, que muchos de los elementos del debate actual, la discusión sobre la Ley de Medios, sobre Papel Prensa, sobre los hijos adoptivos de Ernestina Herrera de Noble, sobre la relación de Clarín con los gobiernos, sobre el papel político que ha cumplido Clarín, más allá de su poder periodístico y sobre su rol como actor de poder en Argentina, son parte de una discusión que viene ocurriendo desde el final de la dictadura. La ley de medios, de hecho, es algo que se discutió mucho durante el gobierno de Alfonsín. El tema de Papel Prensa tuvo una investigación del Fiscal Molina, grande, importante que se cerró y lo que se discutió y se conoció en los años 80. El tema de los hijos adoptivos, era algo que se discutía como secreto a voces en el gremio periodístico, también desde el ’84.

Yo estoy en el periodismo profesional desde el año ’91, así que los ’80 no eran parte de mi recuerdo, pero todo lo demás sí. Yo recordaba la relación públicamente conflictiva de Clarín con el gobierno de Menem, por ejemplo. Y me parecía que era importante hacer una historia de esa relación, me parecía que Clarín, además, era el protagonista más importante de la prensa, porque era el diario principal de la Argentina, y porque se comportó desde el comienzo como un factor de poder, por la desmesura con la que fue pensado Clarín por la viuda de Noble y luego, por su principal gerente, que es Héctor Magnetto. Reconstruir cómo un diario tenía tanto poder o más poder que la política, y fijaba reglas a la política y a los políticos, desde finales de la dictadura. Lo que me interesaba era Papel Prensa, porque fue la primera vez que ellos empezaron a actuar de ese modo, y cómo Clarín se convirtió en un multimedio. Papel Prensa fue el primer elemento, el primer paso de esa construcción. Luego, la relación con Alfonsín, que los declaró públicamente como su principal opositor político y se negó a sacar el Artículo 45 de la Ley de Radiodifusión [N.E.: que originalmente no autorizaba a un diario tener otros medios] porque decidió que no quería que Clarín se quedara con un canal y una radio, que es lo que quería Clarín. La pelea con Menem y cómo fueron las negociaciones en secreto para conseguir, ya durante la campaña, algunas cosas que Clarín quería: como Canal 13, las privatizaciones, etcétera. Y después el gran crecimiento económico de Clarín como grupo en los ’90. Todo eso hacía mucho más clara la discusión, la pelea que se estaba teniendo, que está todavía en curso, por cierto, de Clarín con un gobierno.

AA: ¿Por qué el título “Pecado original”?

GM: Tiene varios sentidos eso. El libro tiene tres partes y empieza, en realidad, bastante atrás de esto que estaba contando. Empieza cuando Ernestina Herrera, una joven de 25 años, conoce a Roberto Noble y la primera parte relata cómo logra ella quedarse con el diario como única heredera, desplazando a la heredera natural del diario, que era la hija de Noble, Guadalupe “Lupita” Noble. Hay ahí, en ese origen, una desmesura: en el modo en que ella se apropia de Clarín, que adopta a dos hijos como parte de esa estrategia de sucesión y, cómo una vez que consigue eso, ella y Magnetto deciden qué hacer con Clarín, esto es, que no sea solamente un diario que informa o que tiene un poder como periodismo, sino convertirlo en un factor de poder a partir de negociaciones, de negocios con los distintos gobiernos. A mí me parece que ese origen, en esas dos cosas, explica lo que ha ocurrido ahora. Yo no quiero que el libro tenga una moraleja explícita. Me parece que la gente es inteligente y saca sus moralejas y pueden sacar, incluso, diferentes a las que yo saco, pero para mí una de las moralejas -y por eso el título también- es que cuando la prensa quiere ser el poder y cuando la prensa es el poder, puede correr el riesgo de caer víctima de ese juego del poder, porque las reglas pasan a ser otras. Creo que es lo que ha pasado con Clarín ahora en estos años, cuando finalmente, en una especie de crescendo de su relación con los gobiernos y con los presidentes, hubo un presidente que decidió, no sólo amenazar con destruirlos, o acotar su poder como factor político, que es lo que habían hecho presidentes anteriores, sino que decidió y empezó a hacerlo.

AA: También queda claro, en esa enumeración de sucesos que vos hacés, que todos los hechos que forman parte de estos hitos en la construcción del poder han sido avalados por distintos actores del poder, incluso por gobiernos. Por ejemplo, en el caso de Kirchner, en junio de 2006, aprueba la famosa Ley de Bienes Culturales, que de alguna manera protegía la cuestión patrimonial de Clarín, y años después, cuando deja de serle funcional, trata de generar el efecto contrario. Pero algo de eso también se vio en el gobierno de Menem.

GM: Hay una idea de los periodistas y de los políticos y empresarios que no es exacta, que es que Clarín primero apoya a un gobierno, consigue lo que quiere (el negocio, el bien económico o la riqueza que sea) y luego, cuando no los necesita más, los descarta y pasa a ser un diario opositor. No es exactamente así. Si uno ve la cronología, hay, en efecto, un momento en que Clarín, es decir, el Sr. Magnetto, se ha sentado o ha intentado sentarse con todos los gobiernos, con los presidentes: con Alfonsín, con Menem, con De la Rúa, con Duhalde y luego con Kirchner, con los Kirchner, pero sobre todo con Néstor. Y ha habido momentos en que fue una relación más complicada porque tiene que ver también con las audiencias, con los momentos políticos y no sólo con los negocios directamente. Pero sí, durante el gobierno de Néstor Kirchner había una relación de mucha afinidad. Recordarás que, en realidad, el adversario político mediático que eligió Kirchner fue La Nación, en ese momento, poniendo a José Claudio Escribano, ungiéndolo a él como el enemigo político adentro de los medios…

AA: Los llamaba en sus discursos “las plumas amarillas”

GM: Exacto. Lo que hizo fue crear un enfrentamiento ideológico que en ese momento era funcional para el gobierno, y decidió que el diario La Nación estaba vinculado a la dictadura, que ideológicamente era la derecha, y que, por lo tanto, era un adversario con el que se sentía cómodo. El amigo dentro de los medios, el principal aliado en ese sector era Clarín. Hubo una relación, -que para mí es algo fascinante que descubrí haciendo esta investigación- y que es la relación personal que se creó entre Néstor Kirchner y Héctor Magnetto: había ahí una mutua fascinación y un entendimiento muy claro sobre cómo funcionaba la política y el poder en este país. Esa relación duró todo el gobierno de Néstor. Efectivamente Clarín consiguió una de las cosas más importantes que es la fusión de los cables, que Kirchner firmó dos días antes de entregar el gobierno a Cristina Kirchner. Luego, la ruptura de esa relación y lo que se conoce ahora como la “guerra” entre el gobierno y Clarín, en realidad fue un proceso que llevó desde el 2007 hasta el 2009, que tuvo un par de treguas y que ha sido explicado, me parece a mí, de un modo incompleto por el periodismo en estos años. Cuando empezó el conflicto del campo y los Kirchner empiezan a perder popularidad, caen en las encuestas y empieza a haber una gran cantidad de gente que había votado por Cristina, y que de golpe se vuelve en su contra. En ese momento hay una conversación que yo logré reconstruir, en la que Kirchner le pide a Magnetto, directamente, que Clarín esté con el gobierno sin medias tintas y Magnetto le contesta que ellos van a ser objetivos, con lo cual Néstor entiende que van a estar en contra. Ahí se produce la primera ruptura que tiene que ver con ese conflicto que excedió a estos actores. Esto fue en el 2008. Lo que ocurrió después es que, cuando se acercan las elecciones legislativas del 2009, Kirchner llama a Magnetto y le ofrece una tregua. Lo más importante para Clarín es que, ese momento, se estaba discutiendo la posibilidad de que Clarín entrara como uno de los compradores de Telecom. Esa negociación no se cortó en el tiempo en el que ya había empezado el conflicto público. El gobierno, Néstor, Cristina y otros funcionarios llevaban adelante retóricamente una pelea con el grupo Clarín, pero por detrás había instancias en las cuales se seguía negociando la posibilidad de que Clarín comprara una parte de Telecom, para lo cual el gobierno, por cómo se tenía que realizar esa venta, era árbitro de la posibilidad que ellos compraran, ya que era necesario que el gobierno lo autorizara. La última negociación ocurre en junio, dos semanas antes de las elecciones del 2009. Cuando el gobierno pierde las elecciones, -acordate que Néstor salió segundo en la provincia y que le costó aceptar la derrota en ese momento- Kirchner decide salir a asignar culpables y encuentra en Clarín al principal culpable de esa derrota y ahí se rompe para siempre la relación . A partir de entonces -la cronología de los hechos es muy elocuente- empieza el ataque directo a los intereses económicos. Recién entonces se manda la ley de medios, que en efecto, se venía discutiendo de mucho antes, había habido reuniones en todo el país, pero el gobierno decide mandarla al Congreso recién después de esta ruptura. Cristina presenta en cadena nacional la investigación, la denuncia pública sobre Papel Prensa y se inicia la investigación para ver si hubo ahí o no un delito de lesa humanidad. Empieza lo de Fibertel, le sacan el [negocio de la transmisión del] fútbol, etcétera.

AA: También hay un factor, que por ahí no vi tan desarrollado en el libro, que es el factor Cristina Fernández. El interlocutor con Clarín había sido Néstor Kirchner y eventualmente Alberto Fernández. Cuando se va Alberto Fernández del gobierno, y eventualmente después ocurre lo que vos contás, también empieza a jugar el talante de la presidente que nunca fue muy afín a esa negociación que había mantenido abierta su marido.

GM: El libro cuenta que cuando Néstor Kirchner llega al gobierno y empieza a tener esta relación de afinidad con Clarín, no sólo en términos de negocios, sino que también el gobierno le daba todas las primicias a Clarín, había muchas reuniones personales y los periodistas que trabajábamos en esos años, sabemos que todas las primicias importantes del gobierno y los reportajes iban a Clarín y que eso se negociaba más arriba, no sólo a nivel de redactores o editores. Durante ese período, en efecto, las reuniones eran o de Kirchner con Magnetto, solos, o con Alberto Fernández y Cristina, que también participó de muchos de esos almuerzos en Olivos. Lo que yo reconstruí es que ella siempre le dijo a su marido y a Alberto Fernández que ellos eran unos tontos por creer en Clarín y que no tenían que darle tanto como le estaban dando. Ella siempre fue mucho más intransigente en eso y siempre, desde el comienzo, según lo que reconstruyen incluso mis fuentes en Clarín, la relación era más difícil y ella era más renuente a tener una relación tan estrecha como la que tuvo su marido.

AA: Vos mencionaste lo de las primicias asignadas a Clarín y quizás eso ha sido una de las cuestiones informativas más críticas de estos últimos tiempos y es esa lógica de que la información pública se asigna como una dádiva del poder a los periodistas. Ahí también hubo en el periodismo, como después veremos que pasó con otros actores como la Justicia, cierta condescendencia a que las cosas fueran así y se aceptó que el poder privilegiara a un medio en ese momento.

GM: Sí, eso ha sido muy agudo con los Kirchner. Yo cubro política desde los ’90 y siempre entendí que el trabajo de conseguir la información era mi tarea, no era tarea del gobierno dármela, en principio. Además lo que te dan no es lo más interesante. Si uno espera que el gobierno alimente según su propia decisión qué es lo más importante y qué es una primicia o no a los periodistas y les diga en conferencia de prensa qué es lo que está haciendo, me parece que la sociedad se quedaría sin saber algunas de las cosas mas importantes. Siempre me pareció que es muy poco profesional echarle la culpa a un gobierno de que no me den la información, porque es tarea mía conseguirla. De hecho, durante gobiernos anteriores, la información más importante o los casos más oscuros, se ocultaban y era trabajo de uno conseguirlo.

Creo que se ha perdido esa dimensión. Este es un momento, no solo acá, sino en el mundo, de crisis del periodismo, de los modelos distintos del periodismo y de los medios. Es una crisis que tiene que ver con la revolución digital y con los formatos. Me parece que acá hay una discusión que se da impulsada por los Kirchner, de un modo muy particular, sobre cuál es el papel del periodismo, cuál es nuestro rol en la sociedad, cómo eso ha cambiado ahora que la gente ha tomado en sus manos discutir a los periodistas o desmentirlos o informarse por otras fuentes, las redes sociales y todo eso. Creo que parte de la pérdida de misión o de conciencia de qué es lo que estamos haciendo, hablando del periodismo político. Me parece que lo que los Kirchner hicieron fue hacer estallar esa discusión acá. Yo no sé si vos recordás, pero ya durante el gobierno de De la Rúa, cuando se acercaba la crisis y durante la crisis -que por cierto afectó a los medios y a los periodistas, como a todo el mundo- hubo varias columnas en La Nación, en Noticias, en otros medios, que decían que el periodismo tenía que hacer una autocrítica, firmadas por periodistas y columnistas que, por cierto, no hacían ninguna autocrítica, sino que decían que alguien tenía que hacerla. Ha ocurrido de este modo brutal, impulsado por los Kirchner al confrontar a los periodistas tan directamente, incluso en conferencias de prensa con nombre y apellido, con la creación de “6 7 8”, con la creación de diarios afines al gobierno, con esa irritación pública.

AA: Que justamente no se caracterizan por hacer ese periodismo que vos decís, de salir a investigar sino que, generalmente, son voceros acríticos.

GM: No parece haber margen en casi ningún lugar del periodismo argentino tal como está. En la prensa, en general, hay poco espacio para hacer el periodismo de fuentes o el periodismo neutral. No sé cuántas veces se ha hecho eso -si uno lo repasa- en el periodismo argentino. Pareció ser el ideal de los ’90 porque era claro que la sociedad apoyaba eso, porque Página 12 impulsó ese tipo de periodismo. Era fácil de algún modo, porque había un consenso muy grande de que había que investigar a Menem y de que el menemismo estaba haciendo negocios y se había apropiado del poder para, en realidad, quedarse con dinero. Entonces, como había una idea tan compartida de que eso debía ser criticado e investigado y los casos de corrupción eran tan emblemáticos, los periodistas pasamos a tener un género de hacer periodismo político que tenía que ver con la investigación exclusivamente. Yo creo que hay muchas otras cosas que hacer en periodismo político que no sólo sean investigación de corrupción de los gobiernos, pero en ese momento la corrupción decía tanto sobre lo que realmente estaba pasando políticamente, que tenía un sentido que ahora, para mí, se ha perdido. Ahora, efectivamente, hay poco margen en los medios, de acuerdo a cuál es la posición de esos medios, para hacer crítica del gobierno. En general se pide de los periodistas y a los editores que se embanderen con una posición y que incluso tuerzan la realidad en favor de esa posición. Creo que no es nada original lo que estoy diciendo: cualquier persona que lea los diarios, se dará cuenta de que los hechos y las declaraciones son diferentes en un diario y en otro. No las interpretaciones, sino los hechos, y eso antes era impensable. Si uno cubría mal los hechos había una sanción. Ahora creo que no es responsabilidad, en buena parte, ni de los cronistas, ni de los periodistas, sino que la empresas funcionan así. Por eso me parecía que era importante hablar de la prensa y del poder, porque tiene que ver con una lógica de cómo las empresas periodísticas funcionan en Argentina.

AA: ¿Qué papel juega 678 luego de la ruptura? Vos mencionás un informe de Eliseo Verón que cuenta que el programa dedicó más de cinco horas solo a los informes sobre los hijos, presentando una cuestión que ya sabemos que se resolvió en el sentido contrario al que postulaban esos informes.

GM: Sí, bueno 678 recién en 2009 empezó a salir al aire y el programa se ha convertido en un emblema de este momento y de esta discusión sobre el periodismo y sobre qué rol ocupa. Lo que ellos ayudaron a plantear, y como debate me parece interesante, es la idea de que las empresas periodísticas argentinas hacen periodismo independiente. Y, en todo caso, ubicar el tema de qué es periodismo independiente, porque periodismo independiente, no solo es independiente de un gobierno, sino también independiente de los intereses de esa empresa. Hay muchas otras cosas para discutir: se hace desde un canal oficial, es el canal público y se plantea que el periodismo honesto es el periodismo militante, que es el que vale, el que cuenta la verdad, a mí me parece que es una idea interesante. Yo creo que en este país ha habido grandes ejemplos de periodismo militante, de periodistas que tenían una idea política y que creían que el periodismo era un instrumento para contar la verdad.

AA: De hecho vos citás al mismo Roberto Noble, que decía que el periodismo es un campo de ensayo de la política.

GM: Bueno, los diarios surgieron en el siglo XIX así, aliados a actores políticos, y no pretendían ser independientes de eso: toda la tradición del periodismo europeo, en la Argentina hay una tradición de eso. La idea de que las empresas tienen una ideología -por si alguien no lo sabía-, me parece interesante que se diga.

AA: Pero pareciera que, en un punto, la ideología del otro es mala, o sea se dice “asumamos que todos tenemos idelogía”, pero la tuya invalida lo que vos decís.

GM: No, a mí me parece que lo que la invalida es cuando por la causa mentís y tergiversás la realidad y entonces, estás haciendo algo que, puede ser interesante o no, pero no es periodismo. Me parece que hay medias verdades y mentiras de ambos lados. Si uno lee la información, escucha las noticias y sigue a los medios pro gobierno y anti gobierno, encuentra que la verdad es, muchas veces, tergiversada por ambos para hacer propaganda, o para hacer oposición, y lo que me parece ahí es que lo que la sociedad reclama es honestidad. Lo que el libro cuenta, es cómo esa discusión entra en el debate a partir de una coyuntura específica y de cómo es un resultado, tardío o no, de la crisis de 2001, y de todo lo que pasó en el país durante los últimos años.

AA: ¿Y no lo llevarías más para atrás? Porque metiéndonos en la última parte, en donde vos analizás con mucho detalle, la adopción de los chicos Herrera Noble, citás en una nota al pie a Carlotto -en una entrevista que te costó mucho conseguir- que ante la pregunta de por qué impulsaron la investigación sobre la adopción de los hijos Herrera Noble si no tenían certezas de que fuera como suponían, ella responde “Si hay tantas piedras en el camino es porque algo se está ocultando”. La reflexión con la que cerrás esa parte del libro y esa cita, me llevan a pensar que pareciera que esa matriz, también social, de aquello que quisiéramos erradicar, como los peores años del proceso militar, en la que alguien por ser sospechoso, tiene que dar cuentas por eso y se tiene que justificar. Esa idea de “algo habrán hecho” y que estaba en los informes de 678 sobre la adopción de esos chicos, las vejaciones que vos relatás, con relación a la extracción de sangre, a las que los sometieron, todo eso es un tanto escandaloso en la democracia.

GM: Yo creo que es más complejo, el libro cuenta el caso y la historia de Marcela Noble y Felipe Herrera. Sobre el origen de ellos, yo logré reconstruir cómo se decidió la adopción en el año ’76 de dos chicos para Ernestina Herrera de Noble, que era viuda hacía siete años de Roberto Noble, que era la dueña de Clarín, ya con mucho poder y con mucho dinero. Tenía 50 años y no tenía hijos, no tenía descendencia y estaba en medio de un pelea feroz con la hija de Noble por quién se quedaba con Clarín. Ella en ese momento era asesorada, en grandes aspectos de su vida y no solo en sus negocios, por el grupo de desarrollistas que lideraba Rogelio Frigerio. Ellos habían puesto al abogado que manejaba las cosas de la viuda, y ahí se decide como cuestión estratégica de todo lo que estaba contando antes, que ella adoptara un hijo para tener su propio heredero y cerrar el tema de qué pasaba si le pasaba algo a ella: los desarrollistas iban a ser los regentes de los herederos. Era un tema de control, de la empresa y del diario. De ahí en más, los chicos (en ese momento chicos) han sido un botín. No es algo nuevo, no es algo que ha ocurrido ahora. Para mí ellos son tremendas víctimas de la historia de las circunstancias personales, políticas y económicas de este país -yo por supuesto no estoy juzgando su vida personal, no tengo idea de cómo ha sido su relación con su madre, nunca me metería en eso-. Más allá de eso, por cómo se han dado los hechos y las circunstancias, ellos fueron en ese momento un botín de Clarín y son Clarín, de algún modo, simbólicamente. Lo que ocurrió con ellos luego, lo que todos conocemos públicamente… porque ellos fueron adoptados en el año ’76 por una jueza que, ideológicamente y por el modo en que funcionaba el tema adopciones en ese momento, resolvió el asunto creando una versión falsa sobre su origen y sobre cómo llegaron a la instancia de la adopción. Ha quedado demostrado judicialmente que el expediente de adopción está lleno de mentiras y de personajes que no existen y circunstancias que nunca ocurrieron. Ocurrió en una época en que estaba ocurriendo la apropiación de menores y, según yo pude averiguar por infidencias del abogado que hizo el trámite, ahí hubo una participación -como siempre sospecharon Abuelas- de Monseñor Plaza, que era uno de los miembros de la Iglesia más vinculados con la represión ilegal. Ernestina Herrera nunca supo de dónde salieron sus hijos porque eso fue resuelto por esta gente. La gente que participó del trámite de adopción está muerta y ella nunca supo quiénes eran esos chicos. Ella sabe quiénes son desde que son bebés, pero no sabe si son o no hijos de desaparecidos. Cuando empezó la causa en 2001, el libro también reconstruye cómo hubo resistencia, especialmente de Carlotto, a que eso se investigara en un momento en que empezó a haber denuncias anónimas, es decir entre el ’84 y el 2001 -cuando empieza la causa- porque estratégicamente a Abuelas les convenía tener buena relación con los medios. Ellas consiguieron muchos resultados y encontraron muchos nietos que fueron apropiados, gracias a la publicidad que ha tenido su causa.

Hasta el 2001, entonces, más allá de eso, Carlotto no quería pelearse con Clarín pero intentó, en un par de instancias hablar, como habían han hecho en otros casos. Para que el tema no fuera por la justicia sino hablar con la señora de Noble y ver si se podía llegar al acuerdo de que los chicos se analizaran sin que tuviera que haber un juicio. En principio, Marcela y Felipe quisieron hacerlo, dijeron que sí, pero luego intervino institucionalmente Clarín, es decir, la dirección de Clarín copó esa decisión y de nuevo ellos volvieron a ser un elemento de Clarín en una pelea judicial. No se si te acordás pero la causa comenzó con otro juez, con el juez Markevich durante el gobierno de De la Rúa y ahí hubo intereses del menemismo, hubo extorsionadores.

Bueno, así quedó en la justicia y en ese momento en algunos sectores políticos quisieron convertir a los chicos en un botín, porque se sospechaba sobre su origen como un elemento para extorsionar a Clarín o a la viuda. En ese momento, lo que se pudo probar, fue que la causa de adopción era fraguada, pero no se pudo descubrir si eran o no hijos de desaparecidos, porque lo que empezó a ocurrir en ese momento es lo que llevó los siguientes diez años y es que el único modo de resolverlo, tal como lo veían los jueces, era que Marcela y Felipe se sacaran sangre sin condicionamientos y esa sangre se comparara con la de las familias que reclaman nietos robados que están en el Banco Nacional de Datos Genéticos. Durante diez años, ellos hicieron todo lo posible con un ejercito de abogados para que es no ocurriera…

AA: Para que solo se comparara con quienes tenían la causa iniciada…

GM: Exacto, con los querellantes que habían hecho la causa porque ya se sabía que era muy difícil que ellos fueran hijos de ellos porque no daba por las fechas, por el modo en que se armó. A su vez, para conocer el origen de los hijos adoptivos de Ernestina Herrera de Noble, se eligieron en la causa dos familias, por la cercanía con las fechas y la zona, pero en verdad nadie tenía -tampoco las Abuelas- ninguna seguridad de que esas familias fueran las familias de estos dos chicos.

Lo que ocurrió entonces, durante esos diez años, es que ellos pasaron a ser parte de la guerra pública del gobierno con Clarín en el 2009. Hubo algunas declaraciones públicas de la presidente y se convirtieron en parte de esa pelea que termina, como vos señalabas al comienzo (o que está por terminar ahora, porque falta el último análisis), antes de las elecciones primarias, cuando ellos se enteran, por una serie complicada de acontecimientos de que su perfil genético no coincide con las familias que están en el banco y entonces ofrecen, finalmente, después de diez años, hacerse el análisis sin condicionamientos, para compararlos con el Banco. En el Banco ya sabían que ellos no correspondían a esas familias que están ahí. Como eso se había convertido en parte de la pelea entre el gobierno y Clarín, fue una derrota política para el gobierno.

AA: También asociaba la actual participación de “6 7 8” a la controversia inicial que empezó Guillermo Patricio Kelly también desde Canal 7, operando a favor del gobierno de Menem en ese momento. ¿Qué te queda como conclusión de esta lucha entre poder y prensa y cuál sería el desafío, especialmente de los periodistas que no estamos en el poder, para evitar que la historia se siga repitiendo de esta manera tan sarcástica?

GM: En principio, mi moraleja, después de haber hecho la biografía de Timerman, que contaba la relación de prensa y poder en los años de dictaduras y esta historia, que cuenta cómo ocurrió esa relación en democracia, es que cuando la prensa o los periodistas intentan ser parte del poder, se alejan de la misión del periodismo, se convierten en parte del juego del poder y pueden pagar las consecuencias. Timerman pagó casi con su vida, porque era una época donde las consecuencias eran más trágicas que ahora. Clarín lo está pagando con la posibilidad de perder, no sólo el poder, sino sus negocios y con algo que ya ha ocurrido, que es perder su credibilidad pública.

Creo yo que este proceso se hecho de un modo tan brutal y tan crispado -por usar este adjetivo de la época-, porque el poder político ha interpelado bestialmente a los periodistas públicamente. Creo que hay una responsabilidad grande, que se debió haber discutido antes o durante la crisis, de los periodistas y de las empresas. Creo que muchos periodistas han perdido su fe en el periodismo en este proceso, que ya hay un cinismo tan instalado que sólo se puede hacer propaganda u oposición. “Como no existe la independencia en ningún lado, entonces hagamos plata o hagamos otra cosa”, dicen. Mucha gente se ha ido del periodismo. Ha habido un nivel de corrupción que era inédito años antes. Creo que el modo de recuperar la fe en la misión periodística, en principio corre por cuenta de cada uno de nosotros, tratar de hacerlo de algún modo. Yo creo que hay otras cosas para hacer, creo que los libros son un lugar ahora bastante interesante para hacer periodismo de investigación independiente, del modo en que uno quiere hacerlo, sin tener que depender de las empresas o de las presiones oficiales. Es una época, en realidad, espectacular para hacer algo diferente gracias a Internet, eso era impensable cuando yo empecé a ser periodista. Yo ahora tengo mi revista digital, por ejemplo, y publico solo lo que quiero, lo que me parece interesante, lo hago con mi marido, Gabriel Pasquini y un grupo de amigos, es todo trabajo voluntario. Estamos esperando que no sea trabajo voluntario y poder hacerlo profesionalmente.

AA: Como hacemos acá, en Plazademayo.com.

GM: Claro, como lo que hacen ustedes, exacto. Por eso me interesaba mucho venir, porque me parece que estas experiencias son una de las respuestas posibles. No creo que ahora se pueda hacer eso desde las empresas. No hay muchos espacios de libertad, en ese sentido, salvo que uno esté de acuerdo. Hay mucha gente que lo hace convencida y si está de acuerdo con hacer de oposición o con hacer de oficialismo, la debe estar pasando bárbaro. Pero me parece que si uno quiere hacer el otro periodismo, de hechos, neutral y crítico, se puede hacer, por ahora, sólo desde estas experiencias, pero creo que eso tiene un valor enorme.

AA: También la historia, muestra que el poder al final tampoco ganó. Porque ahora hay como cierto festejo porque parece que la batalla cultural se va ganando, pero la historia nos muestra que tampoco el poder en esta lucha contra el periodismo terminó ganando.

GM: Yo creo que un gobierno no puede hacer algo así si no hay un clima social que lo acompañe. Si no engarza en un reclamo, que es algo que está en la sociedad. De otro modo, no creo que De la Rúa hubiese podido, suponiendo que se lo hubiese planteado. Menem intentó, cuando ganó las elecciones en el ’95 y dijo que le había ganados a los medios.

AA: Y quiso construir otro grupo mediático que compitiera con Clarín, como fue el CEI.

GM: Exacto. Es la tentación de todos los presidentes de acá y en el mundo y me parece que, justamente, el periodismo existía, existe y existirá como estaba planteado en el periodismo de investigación, en el periodismo independiente del poder, justamente, como una crítica de eso y que, en todo caso, es una tarea del periodismo limitar al poder en esas ambiciones. Ahora hay que ver cómo terminan los próximos cuatro años, pero creo que los gobiernos han terminado y alguno de los medios han seguido. Clarín sobrevivió a varios gobiernos. Hay que ver todavía cómo termina esta pelea. Las batallas más importantes están paradas en la justicia y hay que ver si en cuatro años eso se va a poder terminar o no.

Entrevista

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