Las corporaciones y las crisis

nostle-killer-2010Una serie de noticias permite replantear la tradicional idea de las comunicaciones de crisis. O por lo menos reflexionar acerca de si sirve el manual que venían usando los comunicadores. Pulso Social publicó un análisis sobre la crisis que tuvo la empresa Nestlé a raíz de una denuncia de Greenpeace sobre el uso de aceite de palma en las golosinas y la relación que tiene con la tala de bosques en Indonesia. Allí, la periodista Lina Ceballos explica cómo la gran corporación no tuvo reflejos para reaccionar frente a esta típica acción de la organización ecologista. Y cómo no supo comunicar en las redes sociales, que siguen siendo mayormente usadas por los grandes emisores como canales de propaganda del mensaje institucional.

Campaña Greenpeace Colombia: Pídele a Nestlé que no destruya las selvas de Indonesia

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Video (Colombia): http://www.youtube.com/watch?v=_pRDqT6lbds
(España): http://www.youtube.com/watch?v=1pZPb93uDdM

Pero no es el único mal por el que las industrias alimentarias deberán empezar a rendir cuenta. El portal brasileño Imprensa comenta una publicación del Journal of American Dietetic Association, en el que se sostiene que la publicidad de alimentos industrializados propicia una dieta poco saludable.  Lo que trae a cuento la disociación entre la responsabilidad social (la real, no la declamada) y la comunicación. Como en el caso anterior.

Por ahora el daño ecológico parece ser más una preocupación de la sociedad civil que de los actores de poder. Y posiblemente por eso no ha entrado plenamente en la agenda corporativa. De hecho, como plantea León Felipe Sánchez Ambía, la penalización por bajar música es mayor que por derramar petróleo. Compara el analista que mientras la RIAA demanda a LimeWire por  $1,500,000,000,000 de dólares (dejo todos los ceros porque no sé cómo abreviar lo ridículo de la suma);  la petrolera British Petroleum podría pagar por los 5,000 barriles diarios de crudo que arroja al Golfo de México una multa de 75 millones de dólares.

Estas inequidades no pasan desapercibidas por los ciudadanos (una reciente encuesta realizada en EEUU confirma la clara percepción de que las corporaciones tienen demasiado poder). Pero por el momento, las corporaciones y los gobiernos siguen descansando en sus acuerdos y en un clima de opinión que nada tiene que ver con la opinión real de los ciudadanos. Mientras estos emisores descansan en el paradigma de la propaganda, o el de la imagen institucional, confiados en sus recursos para llenar de mensajes el espacio mediatizado, los consumidores activos, las organizaciones de la sociedad civil, los grupos sociales habitualmente excluidos del discurso corporativo, empiezan a irrumpir en el espacio público y resquebrajan esa aparente armonía en que las campañas institucionales se desarrollan. Si no, preguntenle a Kraft que le pasó en el 2009.

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